SERVIMEDIA
Granito a Granito cumple en 2022 diez años de funcionamiento, tiempo en el que sus voluntarios han recorrido las calles de Madrid para repartir comida y bebida caliente entre gente sin hogar y familias sin recursos, siempre con la intención de hacer llegar “cariño y dignidad” a unas personas que, por lo general, “se sienten solas e ignoradas”.
Así se lo explicó a Servimedia el presidente de la asociación, Camilo Medina, tras lamentar que a “nuestros amigos, la mayoría de la gente ni los mira”. Por eso, saber que hay alguien que se organiza y se interesa por ellos de forma semanal es “toda una inyección de autoestima y bienestar”, agregó Sergio Montes, de la junta directiva de la ONG.
“Nosotros repartimos lo que cada uno puede, dos días por semana: zumos, bocatas, caldo caliente, café, fruta, yogures, dulces…». “Cada granito de ayuda es bienvenido», aseguró, y subrayó que “se trata también de darles un abrazo, de preguntarles cómo se encuentran, de acompañarles a hacer gestiones o de interesarse por su salud”. En su opinión, “todo el mundo necesita creer que le importa a alguien y que no se ha vuelto invisible para la sociedad “.
Granitos de humanidad
Granito a Granito nació en mayo de 2012, cuando Camilo y Claire empezaron a salir por las calles para repartir comida caliente a personas sin hogar. Pronto Claire conoció a Toño, un genio de la informática que, “por reveses de la vida”, había pasado de gestionar dos empresas a dormir en la Plaza Mayor.
“Gracias a él empezamos a crecer, y nos convenció de lo importante que era dar visibilidad a esta realidad”, rememora Camilo. Para Toño, “lo peor de la calle es que te vuelves menos que un mueble para los demás”. “Eso deshumaniza a las personas, y es lo primero a corregir”.
“Si entrábamos en un bar, él se ponía a hablar con el dueño para que nos conociese y colaborase”, prosigue Camilo. “Por la calle, paraba a la gente y les explicaba qué hacíamos; si íbamos a un supermercado, dejaba una tarjeta…”.
Granitos ambiciosos
En menos de dos años, Granito a Granito pasó de sus dos fundadores a cuatro grupos estables de voluntarios, en los que una o dos veces por semana participaban entre ocho y diez personas.
Había un grupo en la zona Norte de Madrid (Nuevos Ministerios); otro en el centro, que repartía en la Plaza Mayor (aunque ahora lo hacen en la estación de Ópera); y un tercero por la zona de Arganzuela. Además, se estableció en Móstoles un reparto de comida más centrado en familias sin recursos.
Sergio y Camilo lo tienen claro. “El fin último de Granito es desaparecer”. “Nosotros trabajamos para sacar a la gente de la calle”, y “ojalá un día no hagamos falta”.
Granitos de compañía
Mientras tanto, entregan comida y bebida, también ropa y productos de higiene; organizan comidas solidarias junto a restaurantes colaboradores; reparten sacos y artículos para que las personas se protejan del frío; y acompañan a los usuarios a “resolver papeles”.
Granito a Granito colabora también con Hogar Sí y otras organizaciones dedicadas a la atención de personas sin hogar, «a las que derivamos mucha gente que conocemos en la calle, pues nosotros ni gestionamos viviendas, ni podemos ofrecer servicios tan necesarios como la intermediación laboral, el apoyo psicológico o la asesoría legal».
El perfil de usuarios a los que la ONG apoya es muy diverso, desde personas con estudios superiores a migrantes de muchas nacionalidades, sin olvidar a quienes tienen problemas de adicción. “Tenemos veteranos, gente de la calle y familias sin recursos (con alojamiento donde dormir pero que necesitan comida) a las que conocemos desde 2012 o 2013”, explicó Sergio. A esto se suma que “desde que salimos de lo peor de la pandemia, está llegando además mucha gente nueva”.
“Las perspectivas de hecho no son nada positivas”, y recalcó que de una media de entre 40 y 50 personas en la zona centro antes de la covid, están dando comida ahora para casi 80.
Para el futuro, otros objetivos son reforzar el trabajo en red con organizaciones similares y ampliar las comidas solidarias, que se organizan con la ayuda de dos restaurantes del centro. “Ellos ceden su local y cocinan, y nosotros nos ocupamos de servir, recoger, limpiar y de atender a nuestros comensales”, detalla Camilo.
En su opinión, suponen “un momento de dignidad en el que nuestros amigos pueden sentarse a la mesa frente a un buen menú calentito y compartir un rato agradable con familiares o amigos”. “A todos les encantan”.
Visibilidad y satisfacción
Otro de los propósitos es reforzar la actividad de los grupos, mermada tras la pandemia. El reparto de comida en Móstoles y el grupo de la zona de Arganzuela dejaron de funcionar, indicó, por lo que se han quedado en las zonas centro y norte. «“Nos gustaría retomarlo” y, «por supuesto, insistir en todo lo que tiene que ver con dar visibilidad a estas personas”. “Casi nadie nos mira por la calle”, explican dos usuarios que asisten a la cola en el reparto de Ópera. «Y muchos hemos perdido trato con la familia y con los amigos”.
De ahí que un «buenas tardes» o «cómo estás hoy», los abrazos y los saludos estén igual de valorados que los sándwiches y bebidas que también reparten los voluntarios. A cambio, éstos reciben mucho más. Para Camilo, “la mejor noticia es cuando te cuentan que alguien ya no vuelve a la cola porque tiene un trabajo”.
“Claro que hemos visto a gente salir de la calle”, recalca, “y nos han contado cómo fue el reencuentro con su gente”. “No son muchos, la verdad, pero solo por uno, valen la pena todo el cansancio, el frío y los quebraderos de cabeza que podamos pasar”. Sergio destaca también las sonrisas de la gente, “la mirada de alguien que estrena una chaqueta que le diste el primer día de frío fuerte” y, por encima de todo, “las decenas de llamadas” que recibió durante los tres meses de confinamiento, solo para ver cómo estaba”. “Porque el sentimiento, y la ayuda, son mutuas”.
Granitos de compromiso
“En Madrid es muy difícil que alguien se muera de hambre”, apunta, aunque “sí he visto a gente morir de frío, y también por peleas o palizas”. «En Granito hacemos todo lo posible para que esto no ocurra, y además, buscamos que nadie se muera de pena”, que “en una ciudad como esta puede llegar a pasar”.
“Es la soledad no deseada, de la que tanto se habla ahora”, abunda Camilo. Por eso es importante “ponerle cara a esta realidad”. «Primero, porque cuanta más gente se acerque a ellos y les muestre cariño, mejor nos sentiremos todos; y además, porque si a nadie le importan, ninguna administración moverá un dedo” para mejorar su situación.
En la asociación lo tienen claro: “Mientras haya personas que duermen en la calle o que piden comida seguiremos trabajando, cada uno aportando lo que pueda, bocadillos, zumos, café o su mera compañía. Granito a granito, que es como se hacen las cosas grandes”.
“Porque como decía Toño, de la calle se sale, con ayuda, pero se sale”. “El éxito es suyo, nosotros solo acompañamos en el proceso”, precisa Camilo. “Por un granito de compañía que haya ayudado a alguien, habrá valido la pena. Diez años más, 20 o los que hagan falta.