ESCUCHA MADRID / JESÚS TÍSCAR
Los bronceados espejos, como un óxido de metáforas, del mítico café Barbieri no daban abasto, no, para multiplicar la ya multiplicada concurrencia que se acercó el jueves a Lavapiés, Ave María, en busca de Matria, un refugio para el sueño, obra teatral del escritor madrileño Jorge Gálvez Recuero y galardonada con el XVI Premio de Textos Teatrales «Raúl Moreno» 2019 que convoca la Federación de Asociaciones de Teatro de Extremadura.
¿Por qué casi tres años después? Pues porque hubo una vez una pandemia que engendró muchos etcéteras.
El autor
Jorge Gálvez Recuero, aunque cualquiera sabe, es uno de esos escritores con barba y pelo largo que escriben más que lo que callan, sonríen menos que lo que aman y viven un poco por encima de las posibilidades de los demás, las cuales él observa y ya está, no dice nada. Un escritor no exactamente curtido (aunque también), sino convenientemente agarrado a los intersticios y asaduras del oficio. Entre callejuno y palaciego, mire usted, entre muchachete y tirosdaos. Y con un talante tan vitalista que no tiene más remedio que dejárselo lamer de vez en cuando, o casi siempre, por una aparente melancolía, esa fritura del optimismo. Además, como dice de él el director de cine Mariano Barroso en el prólogo de Matria, «Jorge tiene la facultad de estar presente en el sitio al que va. Y esto tiene un valor incalculable en tiempos en los que casi nunca llegamos a donde queremos ir».
Nació en Madrid, como ya se ha dicho y está mandado. Y, puesto que con las letras peladas (o sea a caraperro de cortijo lejano) no es que no se coma, que sí se come (lo único es que se desplaza uno menos al supermercado), Gálvez Recuero es diseñador gráfico, es diplomado en dirección cinematográfica (escuela Septima Ars), ha sido guionista de televisión, corrector de estilo (qué valor), redactor de cine y profesor de dramaturgia, por lo que sobra decir que nació en 1979, uno de esos años que, como todo el mundo sabe, te dejaban tiempo para todo. Poco más se conoce de su vida, si acaso que vive por Embajadores y que encuentra útiles los posavasos.
La obra
Matria, un refugio para el sueño, en edición bilingüe, Mátria, um refúgio para o sonho, traducida al portugués por Marta Ribeiro (y que incluye también la obra finalista del concurso extremeño, Lo que nos debemos, O que nos devemos, del emeritense Juan Vázquez Corrales), es una obra de mujeres que responden según la generación que a ellas mismas les ha tocado interrogar: la joven árabe Matria, como su propio nombre indica, la sexagenaria Consuelo y su hija de treinta y tres, Beatriz. Y hete aquí que esta obra la tenemos gracias a que a su autor, como nos contó durante la presentación, no le cuadraba, desde niño, aquello de la «Madre Patria», expresión que hoy veríamos como una transexualización del sentimiento terruñáncano, como un «todes» descomprimido en los pechos reventones de marcialidad sin apócope, esto es, con mucho respeto.
¿Qué ocurre? Al llegar a casa, Consuelo se entera de que Beatriz, su hija, ha decidido acoger a Matria, una refugiada de guerra, en su casa. Consuelo intenta echarla por todos los medios, pero poco a poco encuentra en Matria el afecto y la ayuda que su hija le niega. Beatriz, muerta de celos, busca la manera de que la refugiada salga de sus vidas.
Y todo lo demás, teatro.
El acto
Jorge Gálvez Recuero, decíamos, llenó el Barbieri, lo llenó, un café que sigue sin ser cafetería desde 1902 y esto es raro, es raro, porque normalmente, con tanto tiempo tendiendo los trapos del vivir entre las luces tenues de los divanes y el marmolado, permaneciendo tiesos sobre el nivel literario del ajedrez de las baldosas, la gente se descuida y se olvida de la memoria sagrada.
Amigos, muchos amigos, ¡cuántos amigos! Actores, actrices, escritores, directores teatrales, de cine, auxiliares ejecutivas, un perro, regentas, consultoras, Escucha Madrid, carniceros, granadinos, fotógrafos, sonidistas, camerámanes, abogados, abogadas e incluso gente que no había ido a eso, que no había ido a Matria, a Gálvez, pero que se quedó en el refugio del sueño del Recuero, y tan a gusto.
Y en la frentada, allá donde los espejos confluyen en un leve mareo narrativo y todas las biografías se apelotonan, con el autor, en el sofá de avizorar quién entra corrido de terciopelos nuevos, los ponentes, los oficiantes, los cercanos al cariño fijo y así como recién desariscado del obrador, a saber: el actor y dramaturgo Antonio Sansano; la traductora Marta Ribeiro; Mariángel Periáñez, actriz con unas deliciosas llanas en la denominación, tan tildadas por el paladar que parecen esdrújulas, y Ana Arias, sí, Ana Arias, la Paquita de Cuéntame, que si no nos puso de pie con su interpretación de un fragmento de la obra (Beatriz, oh Beatriz) fue porque ya lo estábamos, de pie, y levitar hubiese quedado un poco desajustado.
Hermosa noche, hasta tarde.