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sábado, 7 septiembre 2024

«2030, ¿el final de la hepatitis?» Apoyo Positivo y la FNETH ofrecen diez recomendaciones para conseguirlo

ESCUCHA MADRID / Prensa Apoyo Positivo

Con motivo del Día Mundial contra la Hepatitis, que se celebra este domingo, 28 de julio, desde Apoyo Positivo y la Federación Española de Enfermos y Trasplantados Hepáticos (FNETH) ofrecen diez recomendaciones que pueden acelerar y facilitar este final necesario y posible.

Este artículo forma parte de la campaña 10 años de camino hacia un objetivo: 2030, el final de las hepatitis víricas.

Seguro que has escuchado más de una vez eso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, o incluso puede que sepas que están ligados a una fecha concreta, el año 2030, pero ¿sabes qué implicación tienen estos objetivos estratégicos globales en una infección y problema de salud como las hepatitis víricas?

¿A qué llamamos hepatitis víricas?

Llamamos hepatitis a la infección que produce una inflamación en el hígado generando posibles daños. Las más frecuentes y significativas son las llamadas hepatitis virales, las hepatitis A, B, C y D. Los síntomas más comunes son fiebre, pérdida de apetito, náuseas, coloración oscura de la orina, coloración amarilla de la piel, cansancio extremo o diarrea, entre otros.

La hepatitis A (VHA) se asocia a agua y alimentos contaminados, a hábitos de higiene deficientes y a determinadas prácticas sexuales. Se puede prevenir mediante una vacuna y manteniendo unos buenos hábitos preventivos, y de higiene. Su impacto no suele ser grave para la salud y normalmente se recupera sin daño hepático.

La hepatitis B (VHB) se transmite principalmente por contacto directo con sangre y
puede derivar en una enfermedad crónica, cirrosis o cáncer de hígado. La mayoría de los adultos, que contraen hepatitis B, se recuperan por completo, pero si la infección se hace crónica, no hay una cura. Sin embargo, existe una vacuna eficaz e inocua para prevenirla.

Imagen: FNETH.

La hepatitis C (VHC) es otra infección que cursa de forma asintomática, hasta que los daños en el hígado comienzan a generar síntomas, como cirrosis y cáncer de hígado. Tiene tratamiento curativo, pero no existe vacuna para ayudar a prevenirla, y dado que no suele provocar síntomas, es fácil tener una infección avanzada y no saberlo. Por ello, la mejor forma de prevenirla es mediante la prueba diagnóstica.

El virus de la hepatitis D (VHD) es un virus “satélite” que, para realizar su ciclo de replicación, necesita el virus de la Hepatitis B. Dependiendo de cómo curse esa doble infección puede causar daños hepáticos.

La estrategia mundial de la OMS contra la hepatitis, respaldada por todos sus estados miembros, pretende reducir las nuevas infecciones por hepatitis en un 90% y las muertes en un 65% entre 2016 y 2030. Sin embargo, los datos disponibles indican que la mayoría de los países no están en camino de cumplir con esos objetivos estratégicos, enfocados especialmente en reducir la incidencia y mortalidad relacionada con las hepatitis B y C, a pesar de la vacunación disponible y de llevar ya 10 años de implementación del tratamiento que cura la hepatitis C.

En su mayoría muestran un buen progreso en el programa de vacunación infantil contra la hepatitis B, pero son deficientes las medidas de reducción de daños para la hepatitis C, en las personas que se inyectan sustancias, así como en el seguimiento y vacunación en algunos adultos de la hepatitis A y B.

España se sitúa en el grupo de los países que pueden alcanzar la eliminación de la hepatitis C según estos objetivos marcados, pero queda bastante camino por recorrer, ya que todavía más de 70.000 personas que se tendrían que diagnosticar y/o tratar en nuestro país.

Decálogo de recomendaciones

Por ello desde Apoyo Positivo y la Federación Española de Enfermos y Trasplantados Hepáticos (FNETH) os traemos diez recomendaciones que pueden acelerar y facilitar este final necesario y posible:

1. Aumentar las campañas y acciones de información y sensibilización sobre las hepatitis y la prevención de éstas, contando con la participación de la comunidad sanitaria, trabajadores/as del ámbito psicosocial, organizaciones comunitarias especializadas, medios de comunicación e “influencers” y, sobre todo, personas y familiares afectados directamente por la hepatitis.

2. Impulsar estrategias de detección, de infección no diagnosticada, y de recuperación de pacientes diagnosticados y no tratados, en el caso de la Hepatitis C.

3. Aprovechar las sinergias con los programas de VIH, y otros servicios de salud sexual, y desarrollar pruebas de detección de hepatitis viral, así como en otros espacios del sistema de salud, para evitar oportunidades perdidas en el diagnóstico.

4. Desarrollar modelos de atención que apoyen la microeliminación en poblaciones definidas para ampliar el diagnóstico y el tratamiento. La detección intensificada de personas que se inyectan drogas, u otros perfiles prioritarios, es fundamental para lograr la eliminación en muchos entornos donde la gran mayoría de las nuevas infecciones ocurren:

a. Población inmigrante, en muchos casos no vacunada en su país de origen.
b. Trabajadoras y trabajadores sexuales.
c. Hombre que tienen sexo con hombres, hombres gais y bisexuales.
d. Población privada de libertad.
e. Receptores de transfusiones previamente a 1992.
f. Usuarios de drogas inyectadas sin uso de medidas preventivas.

5. Utilizar modelos de prestación de prevención combinada y tratamiento comunitario ya implementados en el VIH, para descentralizar el tratamiento de la hepatitis viral.

6. Priorizar el desarrollo de programas de reducción de daños, y la facilitación e intercambio de materiales preventivos, para prevenir la transmisión de la hepatitis, especialmente la C, entre las personas que se inyectan drogas. Los programas de reducción de daños pueden proporcionar una puerta de entrada a la detección y el tratamiento de la hepatitis para las personas que pueden no estar comprometidas con los servicios médicos.

7. Mejorar el seguimiento, la evaluación y las acciones de comunicación para que todos los países y sistemas de salud puedan informar sobre el desempeño en el diagnóstico, el inicio del tratamiento y la respuesta virológica sostenida.

8. Mantener el apoyo financiero para la vacunación contra la hepatitis B con dosis de nacimiento en los países de ingresos bajos y medios, especialmente en el África subsahariana.

9. Acelerar los esfuerzos de investigación para desarrollar un tratamiento curativo para la hepatitis B que se pueda administrar de manera asequible en países de ingresos bajos y medios, que representan la mayor parte de la carga mundial de infección por hepatitis B.

10. Acelerar los esfuerzos de investigación para desarrollar una vacuna preventiva contra la hepatitis C.

Eliminar el estigma

Pero, sobre todo, debemos hablar más de hepatitis y eliminar el estigma que hay a su alrededor, por las prácticas que normalmente pueden conducir a esta infección. No acabaremos con las hepatitis virales, ni el VIH, si no acabamos con el estigma hacia esas prácticas y, sobre todo, hacia quienes somos como personas y comunidades.

El objetivo es claro: prevenir, diagnosticar y tratar a todas las personas, erradicando el estigma hacia éstas. Unos sencillos pasos para conseguir un futuro sin hepatitis víricas, que además se deben dar siempre de mano de las personas y comunidades afectadas para conseguir esa meta 2030, o al menos, la más cercana en el tiempo.

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