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sábado, 16 noviembre 2024

«La belleza de las cicatrices» de un joven con VIH y víctima de bullying

SERVIMEDIA

El joven activista Lgtbi Iván Garrido, nacido con VIH en Madrid en 1991, gay y víctima de bullying, publica este miércoles su libro ‘La belleza de las cicatrices’, editado por La Esfera de los Libros y en el que cuenta su historia de superación y, desde su experiencia, anima a “mostrar” esa “belleza” para conseguir “empoderarse” con el fin de “combatir estigmas y romper con los prejuicios de una vez por todas”.

Así lo avanzó el autor en una entrevista concedida a Servimedia en la que defendió que su obra busca, en suma, “empoderar a las personas» y que todas «vean que sus cicatrices tienen un valor”, si bien admitió que el proceso hasta llegar a esa conclusión ha sido “extremadamente complicado”.

Iván nació con VIH en el seno de una familia del barrio madrileño de San Cristóbal de los Ángeles cuyos progenitores eran drogodependientes y en un año, 1991, en el que, lamentó, “no se sabía nada sobre el virus y la esperanza de vida era nula”. “Tenías que esperar a morir, como hicieron muchos de esos niños que nacieron con VIH”, sentenció, consciente de que su caso “no es el único, pero es excepcional” porque sobrevivió “contra todo pronóstico”.

Sus padres eran usuarios de Proyecto Hombre, asociación en la que se conocieron y que abandonaron a pesar de que continuaban con la adicción y, como consecuencia, la situación, a su juicio, “se iba complicando poco a poco y era muy grave”. “Mi madre empezó a desencadenar graves episodios de anorexia nerviosa y depresión del maltrato que ejercía mi padre sobre ella”, abundó.

“Mi abuela siempre me decía que, si alguna vez veía a mamá en el suelo que no se despertaba, llamara al 112 y diera la dirección y, con cuatro o cinco años, empecé a llamar sin saber”, recordó, para añadir que, entre “gritos y violencia”, él era “uno de esos niños que hacen las llamadas que oímos a veces en las noticias diciendo que su mamá no se despierta”.

Su madre murió cuando él tenía siete años y quedó al cargo de sus abuelos maternos, que, al cumplir 12 años, lo matricularon en un colegio religioso donde llegó a sufrir bullying, le “insultaban muchísimo” y recibió “agresiones verbales, pero también físicas” por ser gay y tener “mucha pluma”.

“Lo pasé muy mal porque siempre he tenido el rol de cuidador con mis abuelos maternos, a los que siempre he intentado cuidar y no quería disgustarles”, aseveró, para agregar que, por esa razón, se lo “callaba todo” para “protegerles” hasta que la situación “era insostenible”, llegó a estar un año sin ir a clase y su caso llegó al Defensor del Menor.

Pese a que asume como “súper normal” su proceso hasta lograr afrontar el estigma que lleva aparejado a su historia de vida y consciente de que esta le ha “dado muchas cicatrices” que sus abuelos le “enseñaron a esconder”, Garrido reconoció que fue cuando consiguió “empoderarse” y “sacar el brillo a esas cicatrices” cuando “más fortaleza” obtuvo, hasta convertirse en activista no sin antes invertir “mucho” en cuidar de su salud física y mental y formarse en el área de la psicología.

“Cuando fueron pasando los años, me di cuenta de que darle la vuelta a todos esos miedos y todas esas debilidades e historias que tenía que callar y ocultar servía para empoderar a las personas”, afirmó, si bien rechazó ser un “referente” a pesar de su historia y de que él ha “dado un paso al frente para mostrar esta realidad” que otras personas en su misma situación no dieron, a su entender, “seguramente por miedo o por inseguridades”.

“La sociedad nos ha enseñado a ocultar todas las cicatrices, todos los miedos y todo lo que llevamos a nuestra espalda y a mostrar esa sonrisa del capitalismo cognitivo”, espetó, para avanzar que lo que “intenta” su obra es “precisamente lo contrario, enseñar a las personas que esas cicatrices, si las sabes reconstruir y trabajar, al final demuestran a la sociedad que, realmente, siendo únicos e irreemplazables tenemos ese poder, ese valor añadido”.

‘PROYECTO KINTSUGI’

Esa es, precisamente, la filosofía que guía su asociación sin ánimo de lucro, Proyecto Kintsugi, inspirado en ese arte japonés, con miles de años de antigüedad, que consiste en “restaurar” piezas de cerámica rotas que, una vez unidas de nuevo, “se recubren de oro por las grietas, creando así un objeto único, nuevo e irremplazable”.

“Para la cultura japonesa el objeto roto y reconstruido tiene más valor que el objeto original”, explicó, para advertir de que su iniciativa de acompañamiento emocional, que cerrará octubre con unas 300 terapias de psicología ‘online’, también intenta “reconstruir piezas rotas” y “enseñar” a las personas a “entender y bañar sus cicatrices en oro para convertirlas en únicas, valiosas e irremplazables».

En paralelo, Iván utiliza TikTok para divulgar sus conocimientos de psicología y “promover” el acceso a los recursos de salud mental, además de “luchar por que todas las personas tengan ese artesano ‘kintsugi’, esa persona que le guíe durante todo su proceso para empoderarse y sanar”. “Al final, lo que cuenta el libro es la historia de la primera pieza rota del ‘Proyecto Kintsugi’, que soy yo mismo”, concluyó.

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