ESCUCHA MADRID
Este sábado, 27 de mayo, el poeta nacido en A Coruña, pero emigrado a Venezuela cuando era niño, Emilio Muñiz, presentó su libro Mansedumbre de la piedra (editorial Tigres de Papel) en la librería y centro cultural La Independiente, en el barrio madrileño de Lavapiés.
El editor de Tigres de Papel, Paco Moral, fue breve en su intervención, explicando que Mansedumbre de la piedra «es el primer título que publicamos este año», tras lo cual dio paso a la presentadora, pues, dijo, «la labor del editor es leer originales, publicarlos si le gustan y, después, callarse la boca».

La presentadora, Esther Peñas, agradeció a la librería La Independiente, «esta guarida hermosa que nos da cobijo», el espacio brindado y seguidamente se ocupó de la semántica del título del poemario: «Manso no significa sumiso ni dócil ni domesticado, sino que esta mansedumbre implica la escucha del otro y la de uno mismo; mansedumbre en tanto que costumbres y querencias del alma; mansedumbre como esa palabra intraducible que tienen los portugueses y que es el contentamiento que convierte la resignación en una voluntad luminosa para encarar la contingencia». Respecto al libro: «Es un poemario sembrado de belleza discreta, que es la que deja una huella más honda». Y al autor, la periodista y escritora lo describió: «Emilio es un poeta convertido en una rama que aguarda, en una espera o esperanza activa, a que se pose el ave adecuada; espera su trino y lo convierte en versos».

El autor de Mansedumbre de la piedra, Emilio Muñiz, se autodefinió como «un poeta tardío» cuyos primeros contactos con la poesía, sin embargo, «fueron muy precoces», tanto que con 16 años ya recitaba poemas en gallego en una emisora de radio de Caracas, labor esta, la radiofónica, que sigue ejerciendo actualmente en la radio municipal de Collado Villalba.
Durante su intervención, Muñiz reflexionó acerca del autor y su obra: «El poema, en cuanto sale de las manos del poeta, acaba convirtiéndose en un hijo o hija de padre desconocido» y citó al filósofo Roland Barthes: «Un texto no está constituido por una fila de palabras de las que se desprende un único sentido, en cierto modo teológico, el mensaje del ‘autor dios’, sino que está constituido por un espacio de múltiples dimensiones en el que concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original».

Emilio Muñiz utilizó el término gallego «ventureira» para definir el carácter de su poesía: «Aleatoria, azarosa; metafórica, en definitiva; casi nunca referencial, pero surgida de un ferviente y vano intento de expresar lo inefable, aunque firme en la intención de rozarlo», una poesía que, según el poeta, «no va al encuentro: se alimenta de lo que le viene, de los acasos, de lo que adviene en los aconteceres de la existencia».


